sábado, 3 de agosto de 2019

Alexander

         Despertó ahí. En medio del bosque, en un claro. Comenzaba el amanecer y estaba empezando a subir la temperatura. Desorientado y sudado, trataba de recordar lo que había estado haciendo. Sentía calor, sentía la rabia correr por su cuerpo, la misma rabia que le había cegado momentos atrás. Acercó sus manos a la cara para despabilar, sólo para encontrarlas cubiertas en sangre, se paralizó del miedo, "¿Qué es lo que he hecho?"

        Frente a él, dos caminos. Detrás, un rastro de sangre. Quería huir, pero sentía curiosidad de saber de qué era lo que había muerto. Siguió el rastro de vuelta al bosque, temblando. Allí encontró un cuerpo de lobo, decapitado y bañado en sangre. Se estremeció. Lo conocía. "¡Alex!" Cayó de rodillas a llorar, fue una amistad corta, pero simbiótica y provechosa. Él cazaba animales y compartía el botín, Alex proveía protección nocturna para conciliar el sueño. Fueron semanas vagando por el bosque con compañía y terminó así, sin más. Debía darle sepultura. Lo tomó al hombro y decidió darse hasta el atardecer para encontrar la cabeza del animal y poder enterrarlo entero.

       De vuelta al claro, ya era mediodía. Notó que había unas gotas de sangre hacia el camino que llevaba al arroyo, siguió la pista. No pasó mucho hasta que encontró lo que buscaba, siguiendo el rastro de unos cuervos que alcanzaron a festinar con los ojos del lobo. Aprovechó la cercanía del arroyo para lavar a su fiel amigo y prepararlo para el entierro. Lo envolvió en la túnica que usaba para cubrirse del frío y lo llevó al claro, donde lo dejaría para su descanso final.

       Comenzaba el atardecer y ya había avanzado un hoyo. Había dejado de llorar y no cabía en su cabeza un motivo por el cual Alex estuviese muerto. Cada palazo lo hacía reflexionar y algunos le traían un vago recuerdo de la pala hundiéndose en la carne de su amigo, que le hacía apretar con ira las manos, pero no podía entender sus acciones. ¿Por qué mató al lobo? ¿Por qué arrojó su cabeza? No entendía, pero ya sólo quería dejar el hecho atrás.

       "¡Ahí está!" Fue lo único que escuchó antes que la lanza le atravesara el pulmón derecho y lo dejara clavado contra el suelo,  pala en mano y en shock. Corrieron dos a su encuentro y, pateando la pala, le dijeron "Maldito, tú asesinaste a Pedro" y mientras esa persona levantaba el brazo con una lanza, un flash recorrió su mente. Era todo tan claro ahora. Pedro fue el nombre del asesino de Alex, lo vio matar al pobre animal y él, en defensa de su amigo, golpeó con la pala a Pedro y acto seguido lo asesinó. Corrió para huir de los otros dos tipos que estaban junto a él, los mismos que ahora la iban a atestar el golpe final.

      En cuanto la fría punta de hierro tocó su frente, despertó. Se sentó de golpe en la cama, sudando helado. Vio que aún dormía su mujer y le dio un beso en la frente. Fue al baño a lavarse la cara.


     ¿Había sido un sueño revelador? ¿Debía darle sepultura a Alex?