Bastó con alzar mi vista hacia la barra para notarte. Eras una mujer preciosa. Piel morena, facciones delicadas, ojos oscuros, mirada penetrante, labios hermosos y el toque exacto de maquillaje. Un vestido apretado, pero elegante cubría tu sensual cuerpo de veinteañera. Sola ahí, movías tu cuello al ritmo de la música, mirando tu copa de Martini vacía y pensando que sé yo que cosa, con una mirada perdida y un rostro un tanto melancólico.
Caminé lentamente hacia el taburete vacío junto a ti, prácticamente rezando que estuvieras sola. Toqué tu hombro con mi mejor actitud de imbécil despreocupado y pregunté por el puesto. ¿Me hablas a mi? - preguntas. Sólo te miro, sonrío y vuelvo a preguntar. Me dices que sí, que está vacío. Tomo asiento y logro admirarte con mayor lujo de detalles. No me equivocaba, definitivamente eras perfecta. Sin darme cuenta me preguntabas "¿Por qué me miras con esa cara de baboso?" me sonreí, giré y le pedí al bartender un Martini y un Whiskey simple, supongo que me lo aceptaste si empezaste a beber de el. Conversamos unas palabras sin sentido, como si no te importara lo que te preguntaba ni me importaba lo que me respondías. Estuvimos así unos diez minutos hasta que pasamos a temas un poco más íntimos, como si la confianza fuera algo del pasado.
Somos un par de extraños ¿Qué mas da si sabes mi secreto más profundo? Podría dejarte aquí, salir del bar y no volver a verte.
Pasabas una pena amorosa, un estúpido te dejó sin motivo. ¡Que idiota más grande! Ese era mi llamado a conocerte mejor. Compartimos otra copa y muchas palabras más, cuando sentí la confianza suficiente me puse de pié, arreglé mi corbata y extendí mi mano. ¿Bailas? Sonaba Carlos Gardel. Me enviaste una mirada picarona, tomaste mi mano y me dijiste "Espero no me decepciones". Sonreí y fuimos a la pista. Internamente estaba hecho un atado de nudo. No sabía bailar tango. Si, he visto un vídeo, he visto gente bailándolo, pero yo nunca. Me persigné, aunque no crea en ello y llegamos. Te tomé de la cintura, adopté posición y apenas comenzó la música me relajé. Eras una experta. Como si el tango recorriera tu morena piel y tu sólo respondieras a lo que éste te dice. Yo, embobado y embelesado sólo podía seguir tus pasos e improvisar, al parecer no hice el ridículo. Parecía un niño bailando con su profesora. Eras la reina de la pista y yo un mero relleno. Así pasamos tres tangos. Tres piezas maestras. Tres momentos eternos y finitos.
Aplaudieron. Te aplaudieron. Di un paso atrás y me uní a ellos.
Te acercaste, tomaste mi cara y besaste mi mejilla. Demasiado cerca de mis labios. Me miraste con esos ojos eternos y me dijiste "No me esperes aquí por siempre" y caminaste hacia la barra.
Sentí que no tenía nada más que hacer ahí. Tomé mi sombrero en la entrada y salí. Miré aquella bella luna que cubría la noche primaveral, le di las gracias por cruzarte en mi camino y mostrarme el tango.
No alcancé a dar un paso y tomaste mi brazo y preguntaste ¿Donde vamos ahora? Para sorpresa mía, sólo habías ido a buscar tu cartera y tu abrigo. Miré a la luna nuevamente, le guiñé un ojo y nosotros caminamos.
Sin rumbo aparente.
1 comentario:
me gusto, expandio mi imaginacion...
de hecho hasta imagine la cancion...
en fin buen escrito...
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