Y me veo, como alguna vez estuve, vagando por un desierto de desesperanza, viendo como la gente sufre y no se da cuenta que todo lo que necesitan está ahí. Me siento parte de este ambiente.
Pero veo un oasis en mi camino. Una mancha verde azulada. Llego a ella y me encuentro en un paraíso en el desierto... Vegetación, agua y una niña. Me pregunto que hace ella ahí... Sentada a un lado del pequeño lago que está en medio de esta belleza. Me acerco y le pregunto que hace aquí tan sola. No me habla, pero me apunta al agua, sabe que estoy sediento. No pregunto más y hago caso. Bebo un poco y me refresco, siento un alivio recorrer mi cuerpo y me dan ganas de quedarme ahí un tiempo. Acuesto mi cansado cuerpo en la hierba y, en cuanto comienzo a conciliar el sueño, se me acerca la niña y me dice: "No. No puedes dormir. Este no es tu lugar. Sigue tu camino, forastero. Camina por esta dirección y encontrarás lo que siempre has buscado. Confía en mi" y vuelve a sentarse al lado del agua. Ante sus palabras quedo atónito... No sé como reaccionar pienso unos minutos. ¿Por qué quedarme en un pequeño oasis cuando puedo llegar a una gran ciudad? Quizás esta niña tenga razón, me digo... Me pongo de pié, me cacheteo para retomar rumbo y, al volver mi vista a la niña para agradecerle, ya no está. Sólo queda una bella flor donde ella descansaba. Me sonrío, bebo un poco más de agua, y retomo mi rumbo. Es hora de partir, sé que ahora será más fácil. Ahora que tengo al menos una esperanza. Un norte al que seguir sin mirar atrás.
Gracias pequeña flor.
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