Y con esas palabras te fuiste, tomaste la flor que te di y marchaste. Me diste la espalda y caminaste. Dejaste la flor sobre la mesa y desapareciste. Y nunca volví a ver tu bello rostro. Pero no eramos fuertes. Nos dejábamos mensajes en el punto de encuentro regular, debajo del árbol donde tallamos nuestros nombres y nos dimos el tercer beso, envuelto en un sobre perfumado con nuestras fragancias típicas y correspondientes, dentro de una envoltura plástica.
Me mantiene cuerdo, pero quisiera poder dejar de hacerlo. Quiero conocer a alguien nuevo. Alguien a quien pueda besar.
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