Llevaba cuarenta y ocho minutos caminando con el cigarro en la boca, haciendo el gesto técnico de ir fumando y peleando con mis demonios internos. Parecía un loco, haciendo gestos y puteando en voz alta. Caminé otros veinte minutos y me senté en la banca de la plaza que ahí estaba. Bueno no, me eché en la banca, brazos en el respaldo y mirada en el alto árbol que atrás había. Cigarro en la mano derecha y me había cansado de pelear con las ilusiones del pasado. Respiré profundo y pensé en empezar algo nuevo. Me empecé a pegar en la frente con el pulgar derecho y me cayó un poco de tabaco en la cara y comencé a decir en voz baja:
-Nuevo, comienzo, romper ataduras- Me puse el cigarro en la boca y seguí dándome esos pequeños golpes que ayudan a pensar -Liberar, crear, ¿Crear? Necesito una chispa. Una chispa. Chispa. Chispa.- y simplemente lo grité.
-¡Chispa!- Y me quedé tranquilo. Aún sin abrir los ojos. Extendí los brazos y pensé en quedarme dormido.
Y así sin más tenía prendido el cigarro.
Se sentó al lado mío y me dio una mirada un tanto provocadora y agresiva.
-¿Tantas ganas de fumar y no te acercas a la gente a pedir fuego?-
Me sorprendí y no sabía qué decir. Quemé y le dije:
-Me gusta tu chispa, pero no necesito lumbre. Necesito un fuego que encienda mi alma y me haga querer volver a vivir-
Tomó mi cigarro, lo apagó. Tomó mi rostro y me dio un beso apasionado.
Perplejo, y no supe qué pensar. Sólo me dejé llevar.
Me soltó, me dio una cachetada que supongo habrá espantado a más de un muerto y me dijo:
-Imbécil. Ahí está tu chispa. El resto depende de ti.-
Se paró y se fue. Me quedé con las ganas de terminar el cigarro.
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