lunes, 11 de abril de 2011

Rosetta.

Era la más bella, la más llamativa. Una mujer como ninguna otra. Era Rosetta, la mujer más cotizada del lugar.
Alta, pelo negro como la noche, tez clara, hermosa sonrisa, curvas infernales y una personalidad que atrapa. Se sentaba en la barra y el cantinero siempre tenía listo su asiento, que no dejaba usarlo a nadie más, y su drink favorito: Orgasmo, que bebía lenta y sensualmente mientras miraba de reojo a todos los babosos que la observábamos noche tras noche.
Se vestía de manera provocativa, pero sin dejar de ser una señorita. Vestidos a medio muslo con medias sensuales y taco alto, una blusa que dejaba ver levemente la piel entre sus pechos y ese lunar de su hombro izquierdo, un collar que decía se lo había heredado su madre antes de morir, maquillaje preciso y un lunar falso debajo de su ojo derecho. Tan solo su apariencia dejaba ver lo difícil que era acercarse a ella. Más de una vez le envié algo a través del cantinero y me hacía un gesto para agradecer, yo alzaba mi vaso de whisky y le sonreía, nunca antes le había hablado. Siempre recibía un Scotch 18 cuando llegaba a mi mesa, que realmente no era mía pero nadie se atrevía a usarla después de las 11:47, hora usual de mi arribo. Una mesa simple, redonda, donde no cabían tres personas y dos quedaban ligeramente incómodas si no eran amantes. Podía estar horas y no me echaban al cerrar, por el contrario me lo pedían por favor y me daban la mano al salir. Soy un buen cliente: Pago y no me emborracho. Maripa, la camarera, llegaba con ese vaso querido, me decía que era de mi "admiradora secreta" y se sentaba conmigo a contarme las noticias del día. El trabajo me mantenía ocupado y nunca sabía lo que pasaba. Mientras me hablaba siempre miraba para cualquier lado, bueno no. Eso es una excusa, siempre miraba a Rosetta y ella miraba de reojo. A ratos volvía la vista a Maripa para no perder el hilo y no hacerla sentir mal, dos pájaros de un tiro. Al terminar este ritual ella se paraba y continuaba su trabajo, nunca la retaban porque yo dejaba propina, cosa rara en aquel lugar, y me dedicaba a lo que iba: Escribir mi libro y mirar a Rosetta. No estaba enamorado de ella, eso hubiera sido estúpido. Pero tenía más que ganas de meterme en sus bragas y divertirme.
Ese día me sentía muy bien sin motivo aparente y luego de llegar decidí  ir a hablar con Rosetta, no pasé por mi asiento . Era todo un reto llegar donde ella, había que pasar por borrachos, putas, amigos y señoritas, siendo el reto mayor al final, donde había que sacar a un jote para que yo, otro jote, se pudiera instalar. Le toqué el hombro al hombre que baboseaba mientras ella le daba la espalda, le di dinero y se fue tranquilo. Saludé al Jack, el tipo del bar, amigo mío y le pedí el clásico "Orgasmo para la señorita", lo dije en voz alta y de manera clara. Ella se dio vuelta sorprendida y me saludó muy cariñosa. Conversamos unos quince minutos, yo estaba hecho un atado de nervios y por no quedarme sin conversación le dije: "Gracias por responder siempre al Orgasmo con Scotch 18" me miró sorprendida, sonrió y me dijo: "Me gustaría poder decir De Nada, pero yo no hago eso. De todas maneras gracias por el Orgasmo diario, sonrió". Quedé perplejo. Se me murió la lengua. Empecé a balbucear y le pedí información a Jack. Me miró riendo y dijo que no podía, que ella era tímida y no quería ser revelada. Dejé mi asiento, no sin antes darle las gracias a Rosetta por una breve pero interesante conversación, me sonrió y dijo que esperaba pudiera repetirse con más extensión. Di la vuelta a la barra buscando a Maripa, ella debía saber quien era. Llegué a la cocina y me enviaron al callejón, ella estaba sacando la basura. La encontré sentada mirando la Luna y me senté con ella. Sin rodeos le pregunté quien era: "Siempre pensé que era Rosetta y no. No era ella, ¿Quien es la tal "admiradora secreta"?". Rió y no dijo nada. Me dio un papel y entró a la cocina.

"Siempre soñé con el momento que me dieras las gracias por el Scotch 18, sabiendo que era yo".
-Atte. Maripa, admiradora secreta. 18/6/1928

Quedé peor que antes. Sentí que era mucho por una noche. Lo peor era que el papel, ya viejo, tenía una fecha que había pasado hace meses. Creí que vivía una mentira, que todo lo pasado nunca pasó.
Volví a mi mesa sin antes responder unas cinco veces que no había visto ningún fantasma. Me senté ahí y vi un vaso con ese preciado licor y dos hielos, tal y como me gusta. No sabía qué pensar. Estúpidamente alcé la vista a Rosetta y la vi besándose con un extraño. No se por qué aún me quedaba la esperanza que fuera ella. Puta.

Maripa era una mujer sencilla. Estatura mediana, pelo castaño claro, ojos verdes oscuro, sonrisa coqueta. No se por qué me cegaba a Rosetta si no era para mi. No se por qué nunca aclaré mis dudas con esa mujer y no me daba cuenta que todos los días tenía para mi a la mujer perfecta, una que me dedicaba tiempo y sabía todo sobre mi. Una mujer que me esperó por meses, quizás años y no me dijo nada tan solo porque era tímida. No tenía mi cabeza en buenas condiciones y creo que fue por tomarme el Whisky de golpe y sin pensar. Tomé mi abrigo y salí presuroso. No sabía que hacer ahí. No llevaba ni doce pasos y tuve que volver, había dejado mi libro y mi pluma favorita. Al girar ella estaba ahí. Rosetta abrazada a ese hombre. Me miró y rió, no dijo nada. La esquivé y ahí estaba, Maripa con el libro, la pluma y una cara sonrojada. Se veía hermosa, acentuada por esas pecas y ese detalle del cintillo con una rosa. Tomé mis cosas, las dejé en el suelo, caí de rodillas y tomé su mano, la besé. Me miró sorprendida mientras se tapaba la boca con la otra mano. Le pedí la otra mano y las tomé entre las mías sin ponerme de pié. Puse sus nudillos en mi frente y sollozando le pedí otra oportunidad.

Lanzó una risa suave y tierna, se arrodilló y me dio un beso.

Adiós Rosetta. Nunca volviste al bar y te lo agradezco. Ahora soy feliz con la mujer que siempre me quiso y que yo quería sin saber, no quería darme cuenta, pero siempre estuvo ahí.

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