sábado, 28 de mayo de 2011

Novedades.

Te encontré sentada frente al mar, en esas tablas que habíamos juntado el día anterior, con la pera en las rodillas y un rojo sol de atardecer en tu rostro. Te veías preciosa y parecías contenta, o al menos creí ver una sonrisa en tu rostro. En silencio te admiré. Te miré por unos minutos sin delatar mi presencia, quise capturar para siempre ese momento de ti, ese momento en que sabía que eras para mi. Me acerqué lentamente haciendo un poco de ruido con la boca para no asustarte y me senté al lado tuyo, impasible, te empujé un poco con la cadera y me miraste, cerraste los ojos y esbozaste una sonrisa, una bella sonrisa. Me hiciste sonreír así sin más, con sólo haberme mirado lo hubieras logrado. Extendiste tus piernas, me acosté en la arena que guardaba ya poco calor y puse mi cabeza en tus muslos. Comenzaste inmediatamente a acariciar mi pelo y me sentí tranquilo, sentí que estaba todo bien. Sentí que nada me faltaba y que nada más necesitaba. Sentí esa tranquilidad que no sentía hace muchos años. Que eres para mi como yo soy para ti y que puedo estar ahí sin decir nada, sintiendo tu calor y eso te hace feliz.
Pequeños instantes de paraíso, me agradan.
Tan sólo me falta llevarte lejos, pero ya tendremos tiempo. Se hizo de noche, mejor volvamos a casa, toma mi mano, caminemos por el borde del mar un rato, cuéntame una historia, inventa un personaje y haz que se enamore del mío. Vamos por esta calle, pon tu mano en mi cintura y yo pondré la mía por tu espalda, apoya tu cabeza y te daré un beso en ella. Vamos, arranquemos de la realidad de nuevo, guiemos nuestras mentes por un lugar idílico mientras nuestros cuerpos caminan vagos compartiendo calor. Estamos en casa, ¿Quieres un té? Muero por beber algo caliente. Sentémonos en el sillón en lo que hierve el agua. Te apoyas nuevamente y te cuento que hice antes de encontrarme contigo, asentías con la cabeza, claramente estabas cansada. Sonreí y decidí tan solo acariciar tu hombro. Cuando empezó a hervir el agua, moví tu cuerpo un poco, ya dormías. Te acomodé allí y te cubrí con una manta. Dormías plácidamente. Me serví un te y tan solo te miré. Tan solo te miré. Me estaba enamorando. Era bonito. Era casi algo nuevo. Era feliz. Era una taza de felicidad con gusto a té. Te veías tan tierna allí soñando, creí que soñabas algo feliz pues noté una sonrisa leve. Sonreí al creer que podrías estar soñando conmigo. Junté el otro sillón con el que ocupabas y me acosté al lado tuyo. Tan sólo quería que tu rostro fuera lo último que viera antes de conciliar el sueño.
Desperté. Me mirabas. Era temprano. Tan sólo me dijiste:
-Lindo, ¿Dónde está mi té?-

Solté una carcajada, besé tu frente y comenzó un nuevo día. Una nueva aventura.

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