La lluvia nos pilló de repente, mientras paseábamos, nos escondimos allí, en ese suerte de pasadizo, una escalera que conectaba dos mundos. Saqué la cabeza, la lluvia no era fuerte pero tenía para más, ninguno iba preparado para ello. Nos sentamos en esa escalera y nos abrazamos para no perder tanto calor. Conversamos un par de banalidades más, tocamos otro par de temas profundos hasta que te dije que no. Me miraste extrañada, yo sonreí y te besé. Así se nos pasó el tiempo, cuando volvimos conversamos del futuro cercano, teníamos algunos planes, teníamos algunos sueños juntos, sabíamos que terminaríamos en un plazo mediano pero no lo dijimos, lo dejamos ver en la distancia de nuestros planes, tan solo sonreímos. Un acuerdo en silencio para no adelantar el dolor, ¿Para qué? Nos abrazamos, suspiraste, tus latidos me dieron un poco de paz de ese pensamiento y sonreí, te abracé más fuerte, sonreíste.
Giré la cabeza, ya no llovía. Decidimos volver a territorio conocido por donde vinimos, no quisimos arriesgar más, caía la noche y mi deber era protegerte. Salimos al mundo para vivir. Salimos juntos para aprender.
Dos días después volví sólo, tan solo para aclarar mis pensamientos. Bajé tranquilamente por la escalera. Estabas allí, sola, al final del pasillo, me dabas la espalda. Me quedé lejos, tan solo te miré. Esperé una reacción y no te movías. Pasaron dos horas y nada ocurrió, nada cambió, nada nació y nada murió. Me fui pero dejé una nota.
Dos días después me dijiste que me sentiste allí, incluso antes de leer esa nota. Me dijiste que me querías. Taciturno, tan solo te abracé, en cuanto me acerqué a tu cara para besarte, ocurrió lo peor.
Desperté. Y era lunes.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario